Prólogo
Como quiera (excelente príncipe y rey muy poderoso) que las comedias, farsas y moralidades que he compuesto en servicio de la reina vuestra tía (cuanto en caso de amores) fueron figuras baxas, en las cuales no había conveniente retórica que pudiese satisfacer al delicado spíritu de vuestra alteza, conoscí que me cumplía meter más velas a mi pobre fusta. Y así con deseo de ganar su contentamiento hallé lo que en estremo deseaba, que fue don Duardos y Flérida, que son tan altas figuras como su historia recuenta, con tan dulce retórica y escogido estilo, cuanto se puede alcanzar en la humana inteligencia: lo que yo aquí hiciera si pudiera tanto como la mitad del deseo que de servir a vuesa alteza tengo. Pero yo me confié en la bondad de la historia que cuenta como don Duardos, buscando por el mundo peligrosas aventuras para conseguir fama, se combatió con Primaleón, uno de los más esforzados caballeros que había en Europa, sobre la hermosura de Gridonia, la cual Primaleón tenía enojada. Y comienza luego don Duardos a hablar, pidiendo campo al Emperador contra Primaleón su hijo.